Hasta los ovarios. Nunca (en el tiempo que llevo sobre este
planeta) había visto una maniobra de distracción tan burda y tan bien
enjabonada. ¿Quién coño está para decidir si Catalunya es o no es un Estado, si
debe o no debe ser independiente o si cambiamos los naranjos de la Generalitat
por limoneros o madroños?
La gente pasa frío y hambre. Siempre ha sido así, pero nos quedaba
lejos y podíamos hacer ver que no iba demasiado con nosotros. Pero ahora están
aquí: en la calle, en la portería de tu casa, en tu mesa comiendo contigo,
quizás compartiendo tu cama o tu reflejo en el espejo del lavabo. Y si tienes
lavabo y espejo en el que reflejarte ya puedes darte con un canto en los
dientes.
Igualdad y libertad. Esas son las dos viejas bestias que
subyacen en cualquier conflicto humano desde el principio de los tiempos. Esa es
la esencia del ser humano en tanto que ser ético. La pregunta que nos plantean
es lo de menos. El problema es plantearlo y perder energía, tiempo y dinero en
alimentar la libertad cuando la igualdad está bajo mínimos históricos.
La locura está a punto de estallar en forma de esquizofrenia
global.
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