Nuestro pobre cerebro, que bastante pena tiene con tener que cargar con un cuerpo que ni por asomo parece haber evolucionado tan rápido como él, está siendo observado desde hace años por otro cerebro igual de perdido que él en busca del origen de todos nuestros males, en busca de todos nuestros fallos, en busca de una última razón que nos permita abdicar definitivamente de cualquier tipo de responsabilidad sobre nuestro cotidiano hacer.
¿Libre albedrío o determinismo? ¿Solos o con Dios? ¿Responsables o adoptados? ¿Creadores o copiadores?
Ahora hasta la tendencia política se puede situar en el cerebro. A ver, ¿a quien se le ocurre en cual hay más actividad, cual es más rígido, cual hace más conexiones por minuto?
Menos mal que el estudio concluye afirmando la maleabilidad de nuestro más preciado órgano. Me niego a ser un robot. Antes salto del barco, o del tren, o de lo que sea. O no salto porque eso es lo que se espera de mi mapa cerebral, o sí salto, o no...
¡Bendito gen de la incertidumbre!
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