29 de mayo de 2007


Mi alcalde es un tipo muy mono. Podría ser un Kennedy catalán, o una Meg Ryan del Vallés si fuera mujer. Es un buen chico, y lo suficientemente pijo como para salir en el dominical de El País. Cuenta que intercambia sms con Joan Laporta cuando juega el Barça (parece que ese también vive aquí), y que la policía consigue parar la prostitución apostando los coches al lado de las chicas. Disuasión: el cliente, se siente acosado y se va. Actuación pasiva, no actuar. La libertad es un principio inalienable.

Sant Cugat es un buen pueblo, está cerca de Barcelona. Tan cerca de Barcelona que sólo nos separan 12 km. Y con dos carreteras, una autopista supersónica y el ferrocarril (no la Renfe, eh?) es como si fuéramos otro barrio más de la gran urbe, pero en verde. Una especie de Pedralbes de clase media.

Tenemos más parques y árboles que nadie, estupendos colegios religiosos y varias familias muy numerosas.
Tenemos mucha industria, pero limpia, de esa que no tiene chimeneas y en la que los obreros llegan en BMW a la puerta con su mono de Armani.
Tenemos muchos guiris, pero cucos, de esos que tienen muchos hijos y muchas habitaciones donde meterlos.
Y al alcalde, le encantan los guiris. Sobre todo esos con muchos niños y muchas habitaciones.

En mi casa, estamos censados bastantes más de los que vivimos. Es como una ONG del censo. ¿Que no sabes dónde censarte? Pues te vienes aquí. Y tenemos uno de esos extranjeros que tanto le gustan al alcalde. Y es gracias a él que hemos constatado, día a día, cuanto le gustan.
Nunca antes nadie recibió invitación alguna para presentaciones de libros, comités de bienvenida, inauguraciones o presentaciones en sociedad. ¿Será porque es francés? ¿Será por el “De” antes del apellido? ¿Y qué querrá de él que no quiera de los demás?

Voy a llamar a mi amigo Mohammed El Amrani y pedirle que se cense en casa. Ya no vendrá de uno más. Tiene un “El” delante del apellido y además este suena a Armani.

Y a esperar las invitaciones.