3 de abril de 2008

Miedo y sometimiento


Empezó todo aquella noche de primavera en que nos atacaron al salir de la reunión. Desde entonces he tenido miedo, mucho miedo. Este miedo solía adueñarse de mí en los momentos más inesperados, siempre me agarraba desprevenido. Me daba vergüenza, pero no conseguía quitármelo de encima. Me sentía cada vez más incómodo. Comprobaba con horror que al llevar el miedo dentro, a pesar mío, formaba yo parte del sistema que en él se basaba. En efecto, de una manera muy especial se había establecido entre el dictador y yo como una suerte de alianza, terrorífica pero estable, una especie de simbiosis patológica. Por culpa de mi miedo me había convertido en uno de los pilares del sistema que tanto odiaba. El sha podía contar conmigo, es decir, contaba con mi miedo, con que éste no me iba a fallar y, por consiguiente, con que yo no le fallaría en sus cálculos, que consistían en que yo respondiese con una sacudida de terror a cualquier voz de arriba. Sí, el régimen se apoyaba en mí, no lo puedo negar. Si hubiese sabido deshacerme del miedo, habría socavado los cimientos en los que se asentaba el trono o, por lo menos, los habría socavado en parte, en el soporte que mi miedo les prestaba, o, incluso, creaba, pero por entonces todavía no era capaz de hacerlo.

Ryszard Kapuscinski, El sha o la desmesura del poder.

Creep by The Pretenders

Y yo sin saberlo