14 de noviembre de 2007

Soplando


Esta mañana mi coche no funcionaba demasiado bien. Estaba como tenso y agarrotado, le faltaba brío y alegría. De hecho estaba enfadado, muy enfadado, porque ayer amenacé con dejarlo durmiendo con un cepo en las ruedas y largarme caminando hasta casa. Y es que ayer soplé y soplé a gusto. Conseguí una bonita colección de boquillas. Si no es por Marc, que parece no transmitir el efecto del alcohol a la maquinita, mi querido coche todavía estaría con el cepo puesto.

Era la primera vez que daba positivo en un control, aunque para mi vergüenza debo admitir que podía haber dado positivo mil veces si me hubieran parado más a menudo.

Me hicieron soplar las tres veces de rigor y como aquello estaba claro, clarito, me fui a casa con una bonita multa y cuatro puntos menos en mi haber. Además tengo una propuesta de suspensión de carnet de tres meses. No sé quien decide eso ni en qué se basa para decidirlo a posteriori. ¿Investigarán mi curriculum? ¿Entrevistarán a mis amigos? ¿Buscaran indicios incriminatorios en mi basura?

Mi consuelo (uno intenta consolarse como sea e intenta no pensar lo a gusto que se habría gastado el importe de la multa en cualquier otra cosa) es que por los pelos no superé el límite penal y no tendré que responder delante de ningún juez. Mi mayor cabreo es que el amable Mosso d’escuadra que me multó me informó que en caso supuesto de que quien sea decida retirarme el carnet durante tres meses, podré elegir cuando me lo retiran.

¡Alucinante! ¡Hacen la ley y ellos mismos hacen la trampa! ¿Qué tipo de sanción es esa? ¿Así pretenden acojonarnos? ¿Se ha institucionalizado la figura del poli bueno – poli malo? ¿Malos pero buenos? ¿Presión del colectivo de transportistas? ¿El derecho al coche como herramienta de trabajo manda sobre el deber de no conducir ebrio? Mi resaca me impide centrarme demasiado en el tema, pero me parece una sanción de risa. Yo me lo quitaba ya mismo. Por cretina.