7 de agosto de 2007

De vacaciones


En vacaciones los campos se visten de colores. Grises y verdes y lilas y azules. Rebaños de ovejas interrumpen la siesta en la hamaca entre dos chopos. Idiotas ovejas movidas por ningún instinto, pues no parecen ni distinguir un rastrojo de otro, no parecen oler el agua, cobardes ovejas ante un perrucho flaco y poco ladrador.

Agua fría, agua helada, cayendo por una cascada entre serpientes sibilinas apostadas en las rocas. Y sapos, muchos sapos, y muchas cigarras y muchas golondrinas. Y un pastor. Y soledad, enorme soledad. Vacaciones de resacas a la sombra y niños enmudecidos buscando renacuajos. Vacaciones de prisas. Tiempo enlentecido. Tiempo doloroso. Entre restos de trigo seco y amarronado, entre olivos grises, entre encinas verdes. El dolor existe y está ahí, entre las sombras de las sabinas. Lleva mucho tiempo agazapado, esperando a que se haga de noche para salir y sorprendernos una vez más. Piedras rojas cuarteadas por el sol. La boca se abre intentando proferir un grito y sale un hilo de voz, sin fuerza, sin voz. Asesinada por el cielo. Dueles todo.